miércoles, 31 de enero de 2024

La maratón del último día de viaje

 Bogotá, 31 de enero

No sé si es la altura, el bajón del fin de las vacaciones…o la maratón que nos impusimos para llevarnos algo de Bogotá que quedamos destruídos. Dispuestos a aprovechar a full el último día, nos tomamos un Uber hasta el pie del cerro Montserrat, una montaña verde con una iglesia en su cima. El Uber atravesó media ciudad dando vueltas que casi no podíamos entender. Ahí tomamos un teleférico que nos llevó casi en sentido vertical muy rápido hacia arriba. Vimos que también hay un funicular. Pensamos que quizá lo habilitan cuando hay mucha más gente porque el aparecer puede llegar a ser un lugar bastante concurrido. Hubiera sido hermoso subir a pie o al menos, bajar.

El camino aunque empinado parecía accesible y sin duda hubiera sido un plan encantador observar los pájaros y la vegetación selvática. Pero cortos de tiempo, ni siquiera consideramos la posibilidad. El templo, arriba, es espacioso y con algunas partes, bastante modernas. Hay una virgen negra. 


Estuvimos un buen rato ahí, mirando hacia el paisaje y tratando de reconocer la Plaza Bolívar donde habíamos estado ayer. También dimos algunas vueltas por las tienditas de artesanías y comestibles. Tomamos té de coca para aliviar el mal de altura. Nos imaginamos que el lugar podría llegar a estar totalmente desbordado de gente y tremendamente concurrido… una especie de Luján, pero hacia arriba.

Después de descender en el mismo teleférico, comenzamos a caminar en dirección al área histórica. A mitad de camino dimos con la quinta de Bolívar que, aunque medio cara nos pareció la entrada, decidimos visitarla. Puede verse la vivienda muy bien restaurada con objetos como muebles y vajilla que pertenecieron a Bolívar. El jardín es muy grande y está poblado de plantas añosas. Desde la quinta puede verse el cerro, es un lugar estratégicamente bello.

Al salir de la quinta bajamos por una zona quizá algo bohemia, muy grafiteada, que en todo un sector estaba en obra.

Al llegar a la ciudad, después de tomar un café visitamos el museo de Botero y finalmente, el museo militar.

Para entonces ya había pasado el mediodía y estando demasiado cansados optamos por tomar un Uber de regreso al hotel.

En mitad del camino nos agarró una lluvia tropical imponente y tuvimos que hacer malabares para llegar.

Decidimos venir antes para el aeropuerto y menos mal, porque el check in fue caótico.


martes, 30 de enero de 2024

Una ciudad en la altura

Bogotá, 30 de enero 

Nos levantamos antes de las cuatro de la mañana, no se bien para qué porque llegamos al aeropuerto en cinco minutos mas o menos no había nadie de nadie. Al rato llegaron una personas y muuucho después, los empleados de LATAM. Teníamos miedo de que pasara algo raro y preferimos seguir las instrucciones al pie de la letra, pero fue un exceso. El avión salió en hora y llegó en hora. 

El aeropuerto de Bogotá, se llama El Dorado, como la leyenda. Me impresionó lo grande y lo moderno. Mucho más que Ezeiza. Pero mucho, eh? Como estamos cansados pedimos un taxi al hotel. El conductor realmente muy simpático y, como todos acá, intentó vendernos servicio de guía… cosa que declinamos amablemente con un tal vez. El hotel está cerca del parque de la 93, un área muy cool quizá más parecida a un Nuñez que a Palermo. Todo es muy moderno, muy limpio y muy for export. Dejamos las valijas pero, como aún faltaba para poder hacer check in, nos fuimos a visitar la ciudad. Desayunamos en un café — vivero hermoso que tenía un menú moderno y unas orquídeas increíbles.


Después nos tomamos un Uber rumbo a la Candelaria donde está el casco histórico de la ciudad. El viaje fue largo, como unos 20 minutos. En el mapa no parece mucho pero las vueltas entre subidas y bajadas son muchas. Cuesta imaginar cómo movernos en esta ciudad con transporte público. Aprender requeriría bastante tiempo. En el casco histórico caminamos por una peatonal medio fulera llena de vendedores hasta llegar a la parte más turística en la cual entramos al Museo del Oro, con una colección enorme de piezas precolombinas mucho más extenso que el que habíamos visto en Cartagena. En especial, me encantó ver la Balsa representando la leyenda de El Dorado, sobre todo porque yo había escrito una reseña sobre eso en mi Instagram de estampillas. De ahí fuimos a tomar una limonada de café con arepas en un local hermoso y muy cool. Y para terminar las visitas, entramos en el Museo de la Esmeralda que quedaba en el edificio de Avianca en un piso 23. La vista de la montaña desde allí fue espectacular y, mientras esperábamos la visita guiada pude hacer un video en hiperlapso que quedó genial. En el museo de las esmeraldas nos contaron algunas cosas interesantes sobre geología y las minas de esmeraldas, aunque lo más lindo fue ver las joyas que tenían, algunas en exposición y otras en venta, de las que no nos dejaron sacar fotos.


Al salir de ahí, fuimos para la Plaza Bolívar, donde está la iglesia y varios edificios emblemáticos.


El dato curioso es que encontramos una especie de convocatoria mistico política de una tal Regina 11 de la que no teníamos la menor idea. Muchos seguidores con túnicas y atuendos extravagantes, levantaban las manos haciendo una señal mitad rezo, mitad atena de energía. La googleamos luego para saber de qué se trataba y al parecer es una exs-enadora que fundó una especie de religión new age… y como que recientemente volvio al ruedo politico mas allá de haber pasado los 80 años.

Dimos una vuelta por el barrio histórico que es pintoresco, sobre todo por el marco de las montañas verdes, que parece como contener a la ciudad. Pero avanzada la tarde nos pedimos otro Uber para volver al hotel porque el cansancio nos estaba empezando a dejar en modo zombies.

De regreso al hotel en el Uber pudimos volver a ver la ciudad. Se intercalan zonas muy pobres, que parecen villas con zonas muy modernas y lujosas… que hasta tienen alambres electrificados en sus medianeras. Sin duda la pobreza está ahí, pero como camuflada en la belleza escandalosa  de la montaña selvática.

El hotel es hermoso. El mejor del viaje. Lastima que vayamos a pasar aquí una sola noche.


lunes, 29 de enero de 2024

30 kilometros de isla

 29 de enero, San Andres


Cuando uno hace un viaje tan largo, a medida que se acercan los últimos días uno empieza a despedirse. La medida del tiempo siempre es relativa. Si este hubiera sido un finde largo, lo vivís como vacaciones hasta el último desayuno. Pero no es el caso. Hace casi un mes que estamos viajando…

Mañana nos vamos de San Andrés y aunque teníamos cosas previstas para hoy ya nos levantamos medio con la cabeza en que hay que organizarse y reordenar el despliegue descontrolado que tenemos en el cuarto. Hasta pensamos para hacerlo más divertido, en filmar todo el empaque con un time lapse… al final ni ganas de eso nos dio.

Hoy hicimos el recorrido en esos carritos de golf rodeando toda la isla. Por pichulear alquilamos uno mas chiquito que salia mas barato, solo para dos personas, aunque al final nos salió más caro porque andaba tan mal que en un momento se nos descontroló (el freno andaba pésimo) y lo chocamos. Le tuvimos que dar unos dólares como compensación al pibe que nos lo alquiló por el percance… En rigor deberíamos habernos quejado de que nos dio un auto que andaba mal y nos podríamos haber matado pero bueno, yo quería una experiencia latinoamericana…



El recorrido por el perímetro de la isla es agradable. Tiene unos 38 km de perímetro, nos dijeron, no los contamos. Nos advirtieron que no vayamos a la parte elevada porque habían habido situaciones de inseguridad y ni ganas de matancearla. Lo mismo con respecto a cualquier oferta turística que nos hicieran. Que no aceptemos nada de nada. Un poco que nos metieron miedo pero debe ser que tenemos mucha cara de boludos. Descartar la parte alta me decepcionó un poco, yo quería conocer la primera iglesia bautista que, aparentemente, desde su campanario se pueden apreciar hermosamente los colores cambiantes del mar que rodea la isla… pero bueno. Empezamos el recorrido hacia el sur y de allí al oeste, donde hay océano y mar abierto. El color es azul profundo con algunos matices turquesas más verdes de pronto o más celestes de repente. Ahí hicimos dos paradas. La primera en el museo del isleño que es una casa historica de madera, de habitantes antiguos. San Andrés fue territorio de Henry Morgan (que no fue Pirata sino Corsario, nos dijeron) y por lo tanto, la influencia británica en la isla se encuentra más clara tierra adentro. Pregunté cuándo fue que las casas de madera fueron reempelzadas por tanto cemento y me dijo la guía que la madera es más cara. Que si bien se pretendía que las casas fueran más todas en ese estilo tradicional… el costo era un problema. La visita a la casa fue breve pero simpática, la guía contó algunas curiosidades sobre Morgan, que en la isla hay tres idiomas oficiales: el inglés britanico, Kreol (la lengua de los esclavos que es un inglés deformado deliberadamente) y español. En esta parte del recorrido San Andrés tiene mucho más de espíritu jamaiquino que colombiano. Es otra identidad. 




Unos kilómetros más adelante, entramos a otro museo que se llamaba algo así como la cueva de Morgan. Era una cosa medio bizarra armada para los turistas con muchos caracoles y cosas viejas y otras que buscaban vender. Contaban algo sobre piratas y corsarios pero hasta ahí. Igual que el museo anterior terminaba con bailecito y pedido de propinas. Saliendo de ahí había ooootro museo, pero ya no entramos. Preferimos seguir viaje y ver como rompían las olas hacia el borde oriental de la isla hasta el Hoyo Soplador, punto más agitado del mar. Luego comienzan las playas de coral, de arenas blancas. 

En una parte, como el camino se había roto por el oleaje fuerte la semana pasada, nos desviaron. La isla es tan estrecha que no nos dimos cuenta donde retomar y salimos otra vez a la costa occidental y tuvimos que retomar volviendo a hacer otra vez el mismo recorrido. Cuando nos volvieron a desviar, medio que nos perdimos por el centro de la isla y las callecitas de la ciudad, llena de motitos descontroladas. Tuvimos que sacar el celular y el google map para poder encontrar la salida y llegar al hotel.

La tarde se pasó entre la pileta y la playa, empezando a ordenar…

Mañana salimos muy temprano hacia Bogotá. Aunque estamos prácticamente al lado del aeropuerto, nos recomiendan que tomemos un taxi porque puede no ser seguro… se ve que tenemos pinta de boludos, repito.


domingo, 28 de enero de 2024

Cosas mas o menos junto a un mar demasiado magico

 Isla de San Andrés, 28 de enero


La llegada a la isla fue en medio de la noche. El vuelo demorado, finalmente, no tardó más de 48 minutos en llegar pero el desembarco fue caótico. Un poco porque ya veníamos mal predispuestos pero también porque era realmente un quilombo. La gente se apiñaba en una cola desastrosa en un aeropuerto que no tenía nada de pintoresco ni de glamoroso. ¿Por qué tanta cola por un vuelo de cabotaje? Bueno, lo que hacen es verificar que hayas pagado la tasa de turismo, un impuesto que cobran a todos los que ingresan. La tasa uno la paga al embarcar porque sino no sube al avión, pero en vez de estar todo ya verificado una empleada con toda la lentitud del mundo miraba el papelito, escaneaba un código de barras e ingresaba algunos datos en la computadora. En la cola la mayoría eran colombianos, algunos brasileros, algún que otro argentino o uruguayo. Había unos kazacos, rarisimo. Se colaron en el control. Los brasileros se calentaron y Adrián los empezó a pelear en ruso. En fin, estábamos pasados de vueltas. Cuando salimos de ese lío, ya habían llegado las valijas. Nos fuimos arrastrandolas hasta el hotel que queda nomás al lado del aerpuerto. 

Hicimos el checkin y nos llevaron a la habitación, una bien al fondo. El hotel es uno de esos resort all inclusive supuestamente de unas cuatro estrellas. No se si porque teníamos el parámetro de unas vacaciones en un All inclusive hace 25 años en Punta Cana o porque nuestro estándar se hizo mas pretencioso, nos pareció que estaba bastante por debajo de nuestras expectativas. No es que el hotel sea feo, pero se nota que fue una inversión grande hace algunos años, quizá diez o quince pero no le han hecho mantenimiento. Nuestra habitación, además, tenía varios problemas, el principal era la ducha que no tenía agua caliente. No somos de quejarnos en general, nos bancamos las cosas como vienen, pero esta vez, después de lo de Latam, veníamos con la mecha corta y al día siguiente pedimos un cambio de habitación. Nos dieron una exactamente igual, pero en la que funcionaba todo y no se estaba cayendo a cacho.

Ayer nos quedamos en el hotel, alternando entre la pileta, la playa y paseando por los alrededores. La pileta es grande y tiene áreas para lagartear con las reposeras puestas directamente sobre el agua y áreas profundas como para nadar. La playa es una playa de coral. Hermosas arenas blancas, pero el concepto de hacer playa es muy diferente aquí que en nuestra cultura atlántica. Quizá por el calor, quizá por las extensiones… la playa se vive más livianamente. Hemos visto aquí como también en Santa Marta y Cartagena, que alquilan unas carpas muy diferentes a las que tenemos en Argentina, que reciben los vientos de frente (después entendimos que el viento es poco frecuente aquí, que justo estamos en la brevísima temporada de viento), pero no hay tantas actividades recreativas en la playa. Ni fútbol ni beach voley… acá lo más interesante parece pasar adentro del agua.



El mar de coral merece un párrafo aparte. Este mar es diferente al que recordaba de Punta Cana. A simple vista se pueden notar los diferentes colores con variantes hermosas del turquesa. Lechoso como agua de glaciar en las zonas menos profundas, mas verde en algunas areas, azul intenso cuando se vuelve profundo. Difícil de describirlo de tan mágico. Uno puede pasarse horas mirándolo estremecerse al tiro de los reflejos.


Todo lo indefinible que tiene el mar, no lo tiene el pueblo. Las construcciones no tienen más estilo que turismo al paso, tal como podría ser cualquier balneario sin bosques de la costa Argentina. Toda la onda de Santa Marta acá brilla por su ausencia. Como supuestamente es un puerto libre hay muchas tiendas donde venden artículos importados, pero en general no son primeras marcas. En algún punto, salvando muchas distancias me recuerda a Ciudad del Este en la triple frontera. O alguna playa del sur de Brasil, en los ochenta. Aca no he visto relojes falsificados, pero sí algunas imitaciones de perfumes que eran bastante grotescas. En las recorridas vimos que están edificando, quizá en unos años la fisonomía de San Andrés cambie con hoteles más lujosos que atraigan a turistas exigentes…

***

Para hoy, contratamos una excursión de snorkel un poco más intensa que la que habíamos hecho en Cartagena. Nos llevaron en una lancha a nosotros dos solos y pudimos hacer tres saltos en los que nadamos bastante. El primero fue en un barco hundido donde había muchos peces refugiándose. Este primer objetivo no lo disfruté mucho porque la corriente me confundía un poco y no podía nadar bien pese a las patas de ranas y además necesitaba aclimatarme al respiradero del snorkel.

La segunda bajada fue el primer arrecife de coral. Como había bastante viento y el mar estaba picado nos indicaron que nos agarremos de una cuerda con un salvavidas atado al final. En ese lugar no se puede anclar el barco así que nos arrastraron mientras mirábamos los arrecifes. A ese viaje lo llaman El vuelo de Peter Pan y sin duda, es algo así. La vista submarina es increible: peces de colores y los corales como en una película. Vi grupos de peces saliendo de su casita, erizos negros enromes, caracoles gigantes… 


La tercera parada fue en otra área, donde también había corales y peces. Quiza es la que más disfruté porque ya entendía bien cómo funcionaba el snorkel. Además era un área mas calma. En esta área vimos gusanos y hasta un tiburón bebe,protegido en el arrecife.


Volvimos al hotel tratando de procesar en la mente todo lo que habíamos visto. Nos alquilaron una go pro sumergible… de donde salió este video increíble!





viernes, 26 de enero de 2024

LATAM sobrevendiendo nuestros pasajes comprados hace 6 meses

 26 de enero, Cartagena


Escribo indignada desde el aeropuerto de Cartagena. Hoy nos habíamos levantado temprano, de buen humor, sobreviviendo al ascensor ese que tenes el el hotel para poner el auto, que es un trauma ya como idea y llegamos en tiempo sorteando el tráfico loco. Por supuesto, la chica del rental no había llegado, pero fuimos a hacer rápido los trámites del check in que la página de LATAM no nos había permitido hacer… . Todo en orden hasta despachar las valijas donde nos informan que el vuelo está sobrevendido lo que significaba que por razones desconocidas pasamos a una humillante lista de espera como si no hubiéramos comprado nuestros pasajes con seis meses de anticipación planificando nuestras vacaciones con lujo de detalle. El empleado de LATAM nos decía con su cara de buenito que la ley permite a la empresa sobrevender pasajes en un 7%. Claramente en un destino turístico de estas caracteristicas y por un trayecto corto, en un avión relativamente chico, que acumula a los estafados por sobreventa en el vuelo anterior, la lista de espera es una mentira y la verdad es que te cagaron un día de tus vacaciones. Mi primer reacción fue putearlos pero como putearlos no soluciona nada, terminás en una suerte de síndrome de estocolmo consciente en el que te sometes a la psicopateada voluntariamente para encontrar una solución. Primero nos dijeron que nos mandaban a Bogotá, pero nuestra agente de turismo nos dijo por wp cuando le consultamos que no aceptáramos eso porque nos iban a cagar. Que allá en Bogotá nos iban a tener boyando y que nos iba a terminar saliendo mas caro sin contar los días perdidos. Había una pareja de argentinos en la misma que nosotros así que nos pusimos firmes para exigir que, al menos, nos aseguraran viajar a las 6 de la tarde. El empleado de Latam ya no intentó negociar una segunda estafa (que bien que amagó porque el vuelo de las 6 también estaba sobrevendido). Luego nos ofreció una compensación que consiste en un voucher para un almuerzo de mierda en tres locales de comida rápida del aeropuerto (que no conseguí que me sellaran para poder usarlos) y un reembolso de (cuchá bien: 15 dólares). Era tan escandalosamente rata que te daba ganas de pegarles. Perdemos un día de All inclusive en la isla y te ofrecen como compensación un voucher para un sanguche en Subway. En fin.

Pasar el día en Cartagena no era una opción ya. Estábamos cargados con el equipaje de mano y, ademas, teniamos miedo algún otro percance y nosotros perdido en la muralla. Decidimos sacrificar el día con resignación. Dimos dos o tres vueltas por el aeropuerto, que no es muy grande, hasta que se nos ocurrió que podíamos buscar si teníamos un lounge con la tarjeta de crédito. Encontramos uno de Avianca de medio pelo pero al menos con lugar para sentarnos y cargar los celulares. Tenemos para varias horas acá. Pase varios niveles de Duolingo en latin y me puse a escribir el diario. Y todavía faltan varias horas. Supongo que un rato volveré a la lectura del libro que me compré ayer. El libro me gusta, está muy bueno. 



Up grade ya de regreso en Buenos Aires: ¿y los quince dólares?¿Y Candela? ¿Y la moto?

Obvio, nino vimo.


jueves, 25 de enero de 2024

Cartagena guiada por el chat GPT

 25 de enero, Cartagena


El día de hoy estuvo completamente dedicado al casco de la ciudad, rodeada por su hermosa muralla mirando al Mar Caribe. Es una ciudad hiper turística y encantadora. Los vendedores de productos y servicios como masajes o peinados pueden ser un poco intensos pero en general entienden el no-gracias y responden con bendiciones. Caso aparte son los raperos que lamentablemente suelen ser graciosos y, si se te escapa una sonrisa, evadirlos es casi imposible. A Adrián le empezaron a rapear algo con Ojos de Gato y nos hicieron reír, pero la verdad que no sé, no tenemos onda para eso y una vez que abrís el juego no sé a donde te lleva. Te persiguen un poco y Adrián tiene mucha pinta de gringo que gana en dolares, lo cual… bueno, no.

Para hacerlo de forma diferente esta vez, echamos la suerte a lo que nos sugería el chat gpt para un día a todo Cartagena. Más o menos siguiendo sus indicaciones,con algunas licencias, recorrimos estos puntos de interés:



  • Ingresamos por la entrada principal y nos sumergimos en las callecitas con sus balcones chorreantes de flores. Fue divertido escuchar guías para americanos en las que les explicaban que en Cartagena todo el año hace el mismo calor.




  • Chusmeamos la escultura de Botero, una gorda muy sexy que el artista donó a la ciudad y está en una de las plazas principales. Era un poco bizarro ver a los turistas tocándole el culo a la escultura, pero bueno.
  • Nos sentamos en una plaza y comimos agua raspada, esto es un vaso con hielo molido y jugo. El vendedor  muele el hielo con un una especie de prensa y molinillo de hierro y le agrega jugo de tamarindo, maracuyá… y otros sabores que no me acuerdo.

  • Entramos a varias iglesias, todas las que vimos. Son muy antiguas y previas al barroco español. Eso las hace diferentes, menos oscuras. La mayoría están muy bien conservadas y en muy buen estado de mantenimiento. Dato curioso es que las ventanas y puertas tienden a estar abiertas, ventiladas, listas para hacer frente al calor.
  • Fuimos a la librería El Abaco, donde tomamos café y limonada de coco. También nos convidaron soda saborizada de limón con el borde del vaso decorado con sal. Un lugar realmente agradable. Compré un libro de Lorena Salazar Masso, una escritora colombiana que no conocía. La editorial se llama Opera Prima, así que asumo que el libro que compré: “Esta herida llena de peces” es su primer trabajo. Es una historia de un madre blanca y un niño negro. En la primera página, hay una escena donde le compra al niño mango con sal. Lo mismo que compré al llegar a Cartagena. Imposible no llevarme el libro. 
  • Visitamos el museo del Oro Zenú en el que pudimos ver piezas arqueológicas muy hermosas. Muchas de ellas, instrumentos musicales. Es un lugar nuevo, muy moderno y gratis. 

  • Nos perdimos en las calles del Barrio de Getsemaní, callecitas decoradas con banderines y mucho movimiento. Nos dijeron que la movida está ahí por las noches, lastima que estamos lejos. Hay partes donde los artistas exponen cuadros coloridos. Muchas imágenes de Cartagena, rostros de mujeres… y todo es muy lindo en verdad.

  • Algo que no buscamos pero que encontramos yendo de un lugar a otro: vimos un perezoso trepado a un árbol y comiendo sus frutos a la vista de todos los turistas.
  • Visitamos el museo de Cartagena donde vimos bastante sobre la historia de la ciudad y, especialmente, sobre el Santo Oficio. Este museo no es gratuito pero vale la pena verlo. El edificio, nomás, el lugar donde funcionó el tribunal de los inquisidores y vale la pena recorrerlo. Está en excelente estado de mantenimiento y es muy interesante. De paso, recordar las atrocidades de la inquisición es un buen ejercicio de lo que no debería nunca más pasar en ninguna de sus variantes modernas. Que le quepa el sayo al que le corresponda.
  • Recorrimos entero todo el perímetro de la muralla. No es muy grande pero todavía hacía calor y viento. Por eso, supongo, había poca gente. La muralla está bien restaurada y tiene sectores preparados para la gastronomía, seguramente para el atardecer se todo se llenaría de turistas.


  • Para cerrar el día, no es que no quedaban cosas que hacer pero ya no nos daban los pies, nos sentamos otra vez en la plaza de Santo Domingo y vimos un conjunto de bailarines a la gorra que hicieron danzas folklóricas con mucho ingrediente afro. Era alucinante verlos contorsionar al ritmo de los tambores.

Sobre la puesta del sol empezamos a caminar los 2 km de regreso al hotel. Vimos como el mar se deshacía contra las piedras a la vista de los rascacielos que lo miran, en la parte moderna de la ciudad. La idea es salir a cenar por la zona de nuestro hotel, en Bocagrande, para después ordenar el lío que del cuarto . Mañana había que cambiar otra vez de destino.


miércoles, 24 de enero de 2024

La excursión más loca del caribe

 24 de enero, Cartagena


Empezamos el día, por primera vez, con despertador ya que habíamos contratado la excursión full a las islas del Rosario y nos pasaban a buscar a las 7 y algo por lo que queríamos desayunar tranquilos antes de salir ya que el día sería intenso.

Pintaba como una de esas excursiones típicas que odiamos un poco y que siempre juramos no hacer pero en las que terminamos reincidiendo. Un poco porque pensamos que era la única forma de hacer snorkel y otra porque te la saben vender bien. El resultado fue por momentos hermoso, en otros bizarro y medio WTF… pero, en resumen, nos divertimos realmente.

Después de que nos recogieran en taxi y nos llevaran al bus, nos rejuntaron en la ciudad amurallada y mientras esperábamos en una marea de gente nos organizaron para subir a la lancha mientras padecíamos el asedio de los vendedores. Adrián término comprando un repelente que no necesitábamos simplemente porque se lo vendieron…hay más mosquitos en nuestro balcón en Buenos Aires que todos los que podríamos haber visto en las islas.


Embarcamos en la lancha con la música a todo lo que da y sobre el mar azul más hermoso pero un poco picado llegamos a la Isla Grande donde se ven las ruinas de la mansión de Pablo Escobar. El guía no da muchas explicaciones, todo es muy en joda, todo relajado y paff nos tiran al agua y nadamos y miramos para abajo con las antiparras y vemos el avión en el fondo. Es alucinante. Y sobre todo es alucinante que mientras estas en eso aparecen vendedores en canoas persiguiéndote como en tierra. Te venden zapatos para el agua, protectores para celulares, pulseras. Me pregunto si alguien compra en medio del agua a tres o cuatro metros de profundidad alguna vez. Volvemos para la lancha y ahora nos llevan un poco más lejos. Y otra vez, paff, al agua y ahí sí… ves los arrecifes de coral, los peces… no vamos muy profundo, lo cual para mi es genial porque yo no puedo sumergirme.

Pero no es necesario, está todo re visible, aunque más abajo y es hermoso. No me anime a sacar el celular, por más que nos habían vendido protectores para el agua. Adrian sí lo hizo pero igual filmar sumergidos era complicado.El touch fallaba y además con el movimiento y la preocupación de no perder el celu el resultado finalmente sería inviable. Yo decidí relajarme y disfrutarlo. Les debo las fotos.

De ahí nos llevaron a Cocomo, un lugar en la Isla Grande que, al ser privado, nos liberaba de los vendedores. El almuerzo fue razonable y bastante agradable. Nos quedamos descansando un poco (no mucho) y, a continuación, nos llevaron a para un destino muy bizarro. La Isla Cholom, donde supuestamente había fiesta. En realidad lo que hay es una banda de mesas en el agua, donde te sirven tragos muy caros. La gente come ostras, langostinos… muchos tragos caros (el más caro se llama Pablo Escobar) y te venden cosas (artesanías, comida, artículos de playa, paseos en motos de agua, fumar con narguile) y no me acuerdo cuantas cosas más… es todo muy incómodo, sumergidos hasta pasada la cintura y haciendo malabares para que la mochila no se inunde… tanto que tenés que elegir entre amargarte o reirte. Optamos por la última opción ya que no podíamos creer del todo en lo que nos habíamos metido. No nos quedó muy claro que tenía de divertido comer en esas condiciones pero la escena era tan ridícula que quedó como la gran anécdota del viaje. Tomamos unos jugos de coco carísimos y escuchamos conversaciones ajenas. También vimos cómo un grupo de mexicanos se rajaba sin pagar y los corrieron hasta la lancha y como una mujer salió eyectada de la moto de agua en una situación que podría haber sido una desgracia pero no pasó de blooper.

Finalmente emprendimos camino a la Isla de Barú. Algunos compañeros de viaje estaban bastante entonados por la ingesta previa de alcohol y se dejaban llevar por la música a todo volumen. Como había bastante viento y la lancha iba rápido pegábamos unos cuantos saltos al ritmo de Da-me-más-gasoliiii-na-dale-más-gasoliiii-na… parecía un ride de Disney pero de verdad. La llegada a la isla de Baru no fue lo que esperaba en el sentido que la cantidad de gente y lo apretado de la playa no estaba en mis planes. Después que fui asimilando la idea pude caminar un poco y entender que se trata de una playa pública que no tiene nada que ver con la idea mental de playa a la argentina que uno tiene tan en la cabeza. Los balnearios de madera son precarios y están apiñados uno encima del otro casi sobre el agua. Evidentemente aquí no hay amplitud de marea porque sino todos terminarían bajo el agua. En los pisos superiores, algunas de esas construcciones ofrecen algo así como servicios de dormis, entiendo que se puede pasar el día o la noche. Hay mucha gente en las primeras horas de la tarde y hace mucho calor. El agua, transparente como es de esperar, no llega a ser fresca y aunque te metas, sigue siendo caluroso.

A medida que el sol empieza a caer me amigo con la playa y salgo a caminar en ambas direcciones. Adrian se queda descansando porque quedo medio insolado. Yo me baño en bloqueador porque el calor sigue asustando. En la caminata descubro con felicidad los corales, la arena suave, el color perfecto del agua… el sol se pone rojo y los vendedores se vuelven un ruido ignorable. 

Después de la puesta del sol, a eso de las 18:30, empezó la última parte de la excursión que consistía en observar el plancton luminoso. En otra lancha más chica y, esta vez, a oscuras, salimos camino a un sector donde el plancton luminoso queda como encerrado y puede verse al agitar el agua. No teníamos mucha expectativa con esto porque como era luna llena era poco visible, supuestamente. Terminamos lanzándonos al agua para agitarnos y ver el efecto. Es algo asombroso, quizá no lo vimos en su máximo esplendor pero fue suficiente para maravillarnos.

De regreso en la lancha, en medio de la noche, nos llevaron al un puerto donde medio a oscuras donde nos organizamos para volver. Era un quilombo. Cansados, mojados, 80% insolados y confundidos con tantas experiencias en un solo día, nos metieron adentro del micro donde me puse al día con el celular. Resulta que se nos habían desconectado los datos y nuestros hijos estaban enloquecidos pidiendo explicaciones. Tardamos como una hora más al hotel. Y todavía media hora más, tardé yo, en desenredarme el pelo bajo la ducha. Alta maraña de sal, plancton, arena de coral y bloqueador solar. No se ni como tengo fuerzas para escribir este diario…