martes, 23 de diciembre de 2014

Llegando a Caviahue

Domingo 14 de enero de 2007
No fue una noche plácida. Los vientos nocturnos traían a nuestra habitación los ecos del recital de un artista desafinado. No pudimos dormir hasta pasadas las cuatro de la mañana. No obstante, a las ocho y algo ya estábamos arriba para continuar el viaje.
Atravesamos Neuquén, capital nacional del semáforo. Continuamos así por la RN 22 que nos llevaría a nuestro primer destino. Pudimos ver los pozos de Repsol trabajando en el yacimiento. Pasamos por las localidades de Plaza Hincul, con sus simpáticos dinosaurios, Zapala, que nos recordó a Ashgabat, con su paisaje árido y montañas distantes; y finalmente, Las Lajas.
En Zapala tomamos la ruta 21 hastaLoncopué, en donde le paisaje comenzó a definirse volcánico. Ahí giramos hacia la ruta 26, que ofrece un paisaje de laderas abruptas y formas fantasiosas. Algunos rebaños cruzan nuestro camino, y desde lejos, se divisan pequeños ríos de montaña, que abundan en ocres y verdes.
Finalmente llegamos a Caviahué al rededor de las tres de la tarde. La primera impresión de Caviahué fue la que se tiene de una obra en construcción. Es una aldea pequeña en la que el 80% de las casas parecen estar por construirse. Las viviendas rodean el Lago Agrio. Un lago en el que está prohibido bañarse porque (según la versión oficial) sus aguas, de origen volcánico, cargan azufre y otros minerales que lo la hacen apta para el consumo humano (calculamos también que, como en todos estos pequeños pueblos en desarrollo, que el lago fue contaminado por deshechos cloacales hasta que hubieron plantas de tratamiento)
A la orilla del lago, almorzamos los sandwiches de miga más caros de la Argentina. La despensa supo sacar provecho de ser el único comercio abierto de la zona el domingo en horas de la siesta.
Capítulo aparte merece el bosque de pehuenes camino al centro de esquí. Imponentes y majestuosos. Milenarios. Silenciosos. Verlos en invierno se hace promesa.
Mucha obra se ve en el centro de esquí que parece estar creciendo a un ritmo destacable. Mil seiscientos metros en la base es nieve segura, no se equivocan en apostar.
El crepúsculo finalmente arrojó un colores deliciosos sobre el lago. Pero las estrellas... para seres urbanos como nosotros, son un espectáculo realmente exuberante.

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