miércoles, 31 de enero de 2018

Caminata por Quebec

Quebec, 3 de enero

Quebec nos hizo acordar a Edimburgo. Bueno, una Edimburgo afrancesada y americana. Una Edimburgo diferente, pero con algo de piedra y muralla, algo de cementerios cinematográficos, algo de celta, algo de pasadizo oscuro, bastante anglofobia y, además, la nieve. A esta altura podríamos decir que somos expertos en nieve y la que vimos hoy aquí es una nieve de alta calidad. Nieve esponjosa, seca, que cae lenta, sin viento, como en un gif. Y se acumula en cantidades siderales, de a montones. Y no llega a derretirse, se compacta con las pisadas y sigue allí, esperando una nueva capa que sigue cayendo sin prisa y sin pausa.

Es que estamos en medio de una ola polar. Lo que significa que por la mañana teníamos unos 25 grados bajo cero, al punto que ni nevaba. Así que nos pusimos varias capas de ropa para salir a pasear. El primer golpe de frío fue una trompada pero luego, uno se va acostumbrando. El truco es meterse de vez en cuando en alguna tienda, café o iglesia para recuperarse un poco y luego seguir la caminata. Por sugerencia del concerje, bajamos (literamente, el hotel está un poco más alto) hasta la calle Saint Jean, que es bastante comercial y de alli, llegamos hasta la puerta homónima y accedimos al barrio histórico. Claro, Quebec, como les decía, es una ciudad amurallada.

St. Jean, Quebec





Caminamos entonces hasta doblar en Cote de la Fabrique y ahí nos metimos en un café cuando vimos la marca Illy. El que atendía resultó ser un argentino de la Paternal hincha de Boca que emigró en el 2001. No hay manera de ir a algún lugar del mundo y no encontrarse con argentinos. Obviamente el hombre nos empezó a dar charla muy interesado por saber si había muchos café Illy en Buenos Aires. Nos contó que la vida en Quebec era muy tranquila por ser una ciudad chica, que no era lo mismo en otras ciudades de Canadá.

Después entramos en la Catedral de Notre Dame de Quebec. Diría que es de un estilo barroco francés (sin llegar a rococó) muy cuidado y matenido... con mucho dorado y mucha luz electrica. Uno no está acostumbrado a las iglesias verdaderamente iluminadas y este era el caso. Tan iluminada estaba que estuve a punto de dudar si era una iglesia católica.



Notre Dame de Quebec


Luego seguimos camino cuesta abajo, hacia el río. Es un area muy turística (todvía con decoración navideña) llena de tiendas con cositas lindas para comprar, algunas bastante elegantes. Las tiendas tienen un estilo colonial francés, podría decirse.




Tiendas en el barrio colonial de Quebec

Al llegar al río San Lorenzo vimos, mudos de asombro, como los bloques de hielo se movían lentamente sobre el agua semicongelada. Caminar por ahí implicaba sumergir las piernas en la nieve hasta la rodilla mientras mirabas una marea de tempanos fragmentados. Daba más frío solo de mirar semejante espectáculo.

Rio San Lorenzo coleglado

De ahi fuimos para el Museo de la Civilización. El museo es interesante, moderno e interactivo. La muestra da mucho espacio a los pueblos indígenas de Canadá como el Inuit (y otros, el Inuit era el único que conocía) y, creo, planeta una versión de la historia afrancesada. Digo, creo, porque hicimos una visita light sin sumergirnos demasiado en las explicaciones históricas de los variados objetos expuestos. Pasamos ahí un par de horas y encontramos cosas interesantes, como una explicación de las constelaciones del hemisferio norte pensada para niños.

Museo de la Civilización, Quebec

Almorzamos a la salida. La comida de Quebec es de lo mejor. Muy recomendable la sopa de cebollas y otras sopas en general. Tomamos también un vino caliente con canela que estaba buenísimo.

Casco histórico, Quebec

De regreso subimos por el funicular, que sale 3 dolares canadienses (que es un poquito menos que 3 dolares americanos) y te lleva otra vez hacia la parte alta de la ciudad. Es un caminito corto, parece caro para tan poco, pero queríamos probar.

Mirador, Quebec

Al final, caminamos un poco más por los alrededores de hotel. Pero a eso de las cinco de la tarde la noche empezaba a cerrarse… y como que todo te invita a acobacharte… y eso hicimos.

viernes, 26 de enero de 2018

American visa don't care here

Quebec, 2 de enero

Nos habíamos quedado con las ganas de ver el faro landkmark de Portland que ayer confundimos con el Bug Light, un poco más al norte, pero bastante cerca. El Portland Head Lighthouse parece irreal. Clavado en el medio de la roca, rodeado de un mar previsible, brumoso y agitado levemente era una postal en 3D. Más Turner que Turner. Una instalación de luz y color. Imaginamos la escena en verano rodeada de jardines. Nosotros solo encontramos nieve y hielo pero igualmente era encantador. De hecho, no éramos los únicos sufriendo con los dedos congelados para sacar un par de fotos. Pegaba el sol de la mañana, era un buen momento fotográfico.


Faro de Portland

Estuvimos un ratito y nos fuimos, el plan era llegar a Canadá relativamente temprano y teníamos por delante un viaje de unas cinco horas.
Nos rendimos a la dictadura del gps, por lo que tomamos la 95 en sentido norte (Maine Turkpike). En un punto, nos mandó por la 202, lo que nos llevó a ver pequeños pueblos casi sumergidos en la nieve, con sus casitas tipicas estilo Nueva Inglaterra adornadas con luces de colores, sus cementerios con símbolos másónicos y sus tiendas sobre la ruta. El último que recuerdo, antes de la frontera era Jackman que, según anunciaba en un cartel, apenas si llegaba a los 800 habitantes. Almorzamos en el mercado de una estación de servicio.
Llegando a Canadá

Al toque, cruzamos la frontera.
—There are two pasports because de American visa is in the first — le dijo Adrián al oficial canadiense que no había preguntado nada
—American visa don't care here — nos dijo con una sonrisa y todos nos reimos.

Frontera Canadá-EEUU

Miró los documentos en una mileśima de segundo, nos preguntó a donde ibamos, cuanto nos quedábamos… y pasamos.
En Canadá

Ya en territorio canadiense nos llamó la atención que no vimos muchas banderas de Canadá, ninguna, en realidad. La bandera de Quebec, por el contrario, con su flor de lis, está en todas partes. Nos pusimos entonces al tanto de los ánimos independencistas de Quebec como comunidad francófona. Por cierto, lo francés se nota de entrada. Las casiltas de los pueblos que fuimos viendo por el camino, si bien muy probablemente sean de los mismos materiales que sus homologas en Nueva Inglaterra, los detalles de decoración son claramente franceses. Ni hablar de los arbustos cortados con formas geométicas… imposible imaginar algo así del lado norteamericano. Todo está en francés y en sistema métrico. La frontera cultural es tal como parece. Igual, todos hablan inglés, aunque es un inglés que suena medio raro.

Canadá, en camino a Quebec

El camino se iba poniendo cada vez más helado a medida que el sol empezaba a bajar. La ola polar está batiendo records y esto anda por los 20 grados bajo cero. Nos llamó la atención el río San Lorenzo congelado. Creo que después de conocer Quebec bajo la ola ártica ya no necesito conocer la Antártida.
El rio San Lorenzo totalmente congelado. Quebec
Ola Polar en Quebec
Para cuando terminamos el check in en el hotel, ya era noche cerrada. Calculo que no serían más de las cinco y media. El hotel está en pleno casco histórico y parece tener una vista espectácular.

Por la ventana ven techos bajos. Casí podríamos decir que nuestro hotel, una mole de cemento modernosa es uno de los edificios más alto. Y tampoco tanto. Estamos en un piso seis y sobran los dedos de una mano para contar las torres que podemos ver. También se puede ver el antiguo cementerio de St. Mattew, hoy un parque donde las lápidas asoman entre los montículos de nieve.
Cementerio de St. Mattew bajo la nieve
Ahora hace mucho frío y ya es noche cerrada. Esta noche estudiaremos las atracciones y veremos cómo se ve Quebec a la luz del sol.

jueves, 25 de enero de 2018

Lobster hasta en el desayuno

Portland, 1 de enero de 1918


La última noche del 2017 fue sin brindis. Las dos horas de diferencia nos cayeron pesadas así que vía Whatsapp saludamos a la familia y dimos oficialmente comenzado el año nuevo. Habíamos ido a comer al restaurante del hotel temprano, tipo siete al estilo americano, lo que estaba bastante lejos de una cena de año nuevo. Las mozas tenían guirnaldas decorativas como collares, pero más que eso no había muchos indicios de festividad a excepción de una mesa vecina donde tres señoras añosas presuntamente pasadas de copas tenían coronitas de fantasía sobre sus cabezas teñidas de rubio claro. Cuando nos despertamos ya había amanecido.

Portland

Desde el piso diez en el que estamos podían verse los techos nevados aunque hace varios días que dejó de nevar. La ola polar que se instaló la semana pasada mantuvo la nieve inicial con esa apariencia traicionera: parece nieve fresca pero está dura y al pisarla se quiebra como un vidrio.

Desayunamos en el restaurante del hotel, lo que resultó complicado porque no había desayuno continental. Las opciones eran de lo más extravagantes… una de ellas era ¡lobster! Es que el lobster es típico de Maine. Pero, obviamente nos inclinamos por cosas más normales como yogurt con granola y hot cakes.
Bug Light, Portland


Salir no fue fácil. Hacía tanto frío que unos minutos sin guantes y empezabas a dejar de sentir los dedos. Literal ¿eh? No, no es una exageración. Así que nos metimos dentro del auto emponchadísimos a recorrer un poco la ciudad desierta como era de esperar un primero de enero invernal. El cielo estaba totalmente despejado lo que nos permitió recorrer las calles del centro entre montículos de nieve apilada. Todo muy nueva inglaterra, todo muy costero. Visitamos el Bug Light, un pequeño faro en el sur mientras pasabamos por zonas donde el agua se veía completamente congelada.
Por la tarde fuimos en auto una hora hacia el sur, más precisamente a Kittery. Allí hicimos algunas compras (me juraron que sería el único día dedicado a hacer shopping) hasta que comenzó a anochecer a eso de las cuatro y media. A las cinco vimos una superluna en el horizonte mientras empezábamos a volver. Era tan grande la luna que vimos al paso que no parecía real. Entonces, discutimos si era la luna o un cartel luminoso. Gané la apuesta, por su puesto.
Puesta del sol en Kittery, Maine
Cuando llegamos al hotel, pedimos room service para cenar: wrap de vegetales, pizza, fish and chips. Fue una idea excelente.

lunes, 22 de enero de 2018

Ola polar. Artic Wave… o un frío de cagarse, para ser exactos

Portland, 31 de diciembre 2017


Hace mucho frío. Calculo que unos quince grados bajo cero, quizá menos. La semana pasada, hubo una ola polar que dejó todo bastante blanco. Dicen que pasó lo peor. Tengo mis dudas. Esta noche quizá vayamos a comer al restaurante del hotel, para recibir el año nuevo. Mañana les cuento. La verdad es que estamos muy cansados, no sé si llegamos a las 12.

Estamos en el hotel Westing en el centro de Portland, en el estado de Maine. Llegamos cerca de las 17 horas, pero ya era prácticamente de noche. Portland me hizo acordar a Rutland, supongo que las pequeñas ciudades del este tienen un patrón común que más o menos se repite. Salimos un momento para tomar algo en el Starbucks que tenemos en la esquina, pero había cerrado a las seis. Y no daba para seguir buscando, nos congelábamos. Así que entramos en el único local que vimos abierto, un poco turbio, que vendía, además de galletitas y gaseosas, pipas para fumar de todo. DE TODO.


Portland al atardecer - Downtown

En el hotel hay una fiesta de casamiento en uno de los salones. Por los pasillos ves gente empilchada con brillos, hombros al aire y tacos altos. Vimos una pareja de muchachos con moños y un perro de raza (el hotel es pet friendly), señoras con peinados producidos y ancianas en sillas de ruedas con zapatillas decoradas con estrás. Rara la coincidencia con año nuevo. En Argentina sería impensado.

Plaza navideña en la esquina del hotel de Portland


Bueno, perdón la falta de entusiasmo. ¿Sueno medio a bajón? Es que estamos bastante cansados en general, y yo, en especial. Salimos ayer, de Buenos Aires, casi a media noche. El viaje fue un lujo, porque licitamos una oferta en clase ejecutiva. Igual se duerme cortado en los aviones, aún con servicio premium. Yo me desperté varias veces, mi reloj de fitness ni siquiera logró detectar un ciclo de sueño. A media noche, miré por la ventanilla y creo, haber visto, como en un sueño, la constelación de la Osa Mayor. “Ya cruzamos el ecuador”, recuerdo haber pensado. Pero a lo mejor no estaba despierta.
Aterrizamos en una Nueva York nevada y ahi nomás retiramos el auto de alquiler que debíamos cambiar en Boston por otro que tuviera ruedas especiales para el invierno, las necesarias para entrar a Canadá. El plan fue un fracaso porque en Boston tampoco había ruedas invernales así que solo cambiamos el auto por una camioneta un poco más grande y seguimos viaje hasta llegar aquí, donde pasaremos la útima noche de 2017.